La higiene postural o salud postural se trata de una serie de normas y recomendaciones que debemos cumplir si queremos mantener una correcta alineación del cuerpo. Estos consejos abarcan reglas a seguir tanto en posiciones estáticas (sentarse, estar de pie o dormir) como en movimiento (andar o correr).
Manteniendo una buena higiene postural protegeremos nuestra columna vertebral a lo largo de las actividades rutinarias del día a día evitando posibles lesiones derivadas de malas posturas.
Desde Arthrosur sabemos lo difícil que es deshacerse de las malas costumbres. Puedes intentar mejorar tu salud postural desde casa, o acudir a nuestro centro para que te sea más fácil adoptar estos nuevos hábitos posturales.
En este artículo nos centraremos en las posturas más perjudiciales para nuestra salud (aunque pueden ser las que más realizamos) y cómo corregirlas. Entre ellas encontramos:
Sentarse con el culo hacia atrás, espalda y hombros arqueados
Es frecuente adoptar esta postura al trabajar con el ordenador, al utilizar el teléfono o escribir a mano. Inclinamos nuestra cabeza hacia delante, contraemos los hombros y adelantamos nuestra barbilla para focalizar nuestra atención en lo que estamos haciendo.
Sin embargo, esta postura llamada “gárgola humana” contribuye a la aparición de chepa, dolores, rigidez cervical, cefaleas y contracturas. Cada vez es más habitual encontrar estos síntomas en adolescentes por el constante uso de las pantallas.
Para sentarnos de una manera correcta, debemos mantener la espalda erguida, alineada y completamente apoyada en el respaldo de la silla. En caso de usar un ordenador, la pantalla deberá colocarse a la altura de los ojos para no tensar el cuello. Si en algún momento tenemos que forzar la vista, es más recomendable ampliar la resolución que adoptar esta postura tan dañina para nuestra salud.
Colocar los pies bajo la silla
Meter los pies e incluso las piernas bajo la silla o formar una pequeña cruz con nuestros tobillos al sentarnos es de las peores cosas que podemos hacer, especialmente si nos sentamos así durante horas. En esta posición el músculo poplíteo (situado en la parte trasera de nuestras rodillas) se comprime, impidiendo que los cartílagos se hidraten como deberían e influyendo en el sistema nervioso.
Por esta razón, cuando nos levantamos después de haber adoptado esta postura durante un tiempo prolongado sentimos que se nos han dormido las piernas, porque la sangre no circula bien por nuestros vasos sanguíneos.
Sentarse con el culo hacia delante
Habitual cuando estamos cansados y queremos aliviar la espalda o los hombros. En el lenguaje corporal puede significar despreocupación o incluso dejadez. Por muy cómoda que sea esta postura, no nos damos cuenta que al sentarnos así frecuentemente estamos dirigiendo la mayoría del peso a la zona lumbar, acto que puede desencadenar en numerosos problemas cervicales a la larga.
Para corregir esta postura debemos sentarnos acomodando ambos glúteos en el asiento y apoyando la espalda erguida en el respaldo. Las piernas deben colocarse alineadas con nuestra cadera, formando un ángulo recto, y los pies deben permanecer con la planta completamente descansada sobre el suelo.
Apoyarse sobre una sola pierna
En nuestro día a día solemos trasladar el peso a una sola pierna para aliviarnos cuando estamos cansados de estar de pie o de manera inconsciente cuando algo no nos interesa (como una conversación).
De esta manera, en vez de usar los glúteos y músculos centrales para mantenernos erguidos, estamos ejerciendo una presión excesiva en un único punto de apoyo. Todo el peso de nuestro cuerpo recae sobre la cadera y la parte baja de la espalda, produciendo un desequilibrio que a largo plazo es muy perjudicial para nuestra salud postural.
En el caso en el que tengamos que pasar mucho tiempo de pie de manera estática (durante las tareas del hogar o en el trabajo), es recomendable apoyar una de las piernas en un escalón e ir alternándolas de vez en cuando. En esta postura la rodilla forma un ángulo de 90 grados y el peso queda distribuido uniformemente entre las dos piernas.
Acercar los hombros a las orejas
Acercar los hombros a las orejas como si quisiéramos tocarlas o permanecer con los hombros encogidos de manera prolongada, puede desencadenar en dolores de cuello, hombros e incluso de cabeza.
Un ejemplo de esta postura puede ser sostener el teléfono entre la cara y el hombro, aunque ya no es tan habitual verla gracias a los auriculares inalámbricos. Este gesto supone un peligro para nuestro “hemisferio norte” ya que nuestras cervicales y trapecios al ser tensados pueden llegar a contracturarse.
Para deshacernos de este mal hábito, debemos bajar los hombros relajándolos, y rotarlos suavemente hacia atrás para juntar las escápulas. Descubriremos cómo con un ejercicio tan simple podemos descargar y aliviar la zona inmediatamente.